Ecosocialistas, socioecologistas, sociocomunistas,
anarcosocialistas, defensores de la democracia directa a través de Internet
Explorer, defensores de la democracia directa a través de Google Chrome, y así,
tantos etcéteras como individuos, como matices haya sobre matices. Atomización
infinita, al fin, sin transigir hacia una imprescindible convergencia. Ante tal
panorama de disgregación de la izquierda, uno de los miedos conspiranoicos que
empieza a rondar por el ambiente, ya enrarecido de por sí, es el del advenimiento
de algún iluminado con la labia suficiente como para, tirando de populismo y
abanderando patrias y banderas, consiga ponerse al frente de las masas y, dando
un puñetazo en la mesa, ordene a formar filas sobre un montón de cristales
rotos.
En este caso aguardaríamos en nuestro imaginario, la
aparición de algún señor bajito, de bigote recortado, culón y con cara de malas
pulgas. Pero, ¿y si estamos errados y, en lugar de este arquetipo de salvador
hispano, se tratase de Agustina de Aragón? ¿Y si fuese una señora con aspecto
de ama de casa, de sonrisa pícara, de peinado cuidadosamente mimado los viernes
en la pelu y fama de llevar con mano de hierro los domésticos asuntos
económicos y de orden social? ¿Y si la marcha atrás no hubiese sido más que un
coger impulso para, con el apoyo mediático necesario reaparecer como Caudilla
impoluta de toda mancha (a los ojos de los que así lo quisieran ver) y adalid
de los buenos usos y costumbres de los españoles de bien?
Y es que la referida fragmentación de esa parte de la
sociedad que es defensora a ultranza de los servicios públicos sobre los
cortijos privados, de los instrumentos democráticos por encima de las
arbitrariedades de los magnates del proxenetismo ya sea lúdico, ya sea de
cualquier otro tipo, de la equidad social sobre el salvaje liberalismo
económico, es decir, de aquellos principios que siempre han conformado lo se ha
venido denominando ideología de izquierdas, deja patente la incapacidad de,
olvidando los matices, o por lo menos dejándolos en suspenso, llegar a un
acuerdo de mínimos para conseguir representar a toda esa parte de la Sociedad
huérfana actualmente de referentes creíbles y, sobre todo, confiables.
Así que, mientras, El Mundo se tira a la yugular del PP,
Manos Limpias se presenta como defensor de la Democracia en cuanto pleito
justiciable se plantee, la Monarquía parece dar sus últimos estertores, aparece
Doña Esperanza desde su retiro espiritual, dispuesta a dejar su recién
estrenado empleo como Head Hunter (Cazadora de Cabezas, si tomamos el literal,
glub) y dedicar su vida en cuerpo y alma a regenerar el agónico sistema
español, cual lavativa aliviadora.
Y es que o nos ponemos las pilas o la cosa se puede poner
verdaderamente acojonante.
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