Hace escasas fechas asistimos a la entrevista que Oprah
Winfrey realizó a Lance Armstrong y en la que el ex ciclista norteamericano
confesaba que, durante muchos años, consumió diferentes sustancias dopantes,
gracias a las cuales, logró vencer en numerosas competiciones, al tiempo que
engordaba su cuenta corriente y engañaba a miles de aficionados de los que los
domingos sacan sus bicis y se pegan la gran panzada mañanera tratando de emular
a éste y otros héroes con pies de barro. Esta confesión no fue sino la
constatación de lo que ya muchos intuíamos. Es de esas cosas que todo el mundo
conoce, pero que nadie es capaz de probar. De las que todos saben y todos
callan. Son de esas trampas tejidas con la compleja estructura de la ingeniería
de la falsedad y basadas en la Ley del Silencio. Red que sólo es capaz de
romperse cuando aparece la figura del arrepentido. De ese Lance Armstrong que,
(seguramente, incluso muy a su pesar y envuelto en un manto de sensiblería
fingida propia de la peli del Domingo por la tarde en Antena 3, y posiblemente,
asegurando el salto sobre un buen colchón económico) tire de la manta. Que
ahogado por la presión de los Medios y de la gente de bien, termine por
explotar y poner patas arriba las estructuras mafiosas de los sistemas
corruptos.
Por eso, se busca algún Lance Armstrong en las filas del
PP. Se busca a alguien que todavía le quede un atisbo de buena conciencia, de
ética, de moral, de sentido social. A alguien que, en algún momento entrara en
política por convicción y no para no dar un palo al agua. Alguien valiente que,
aun teniendo su mano manchada por la indecencia de algún sobre corrupto,
mantenga las agallas de dar un paso hacia delante y explicar a esta sociedad
que es verdad todo lo que nosotros ya sabemos. Alguien que ponga en valor el
principio universal de la Justicia. Alguien que nos pida sinceramente perdón y
nos ayude a recuperar, al menos, parte del dinero que, ahora, nos están
escamoteando de la Sanidad, la Justicia, la Educación. Alguien que nos eche una
mano a la hora de poner a cada uno en su lugar y a desenmascarar, sin que quede
lugar a duda, a tanto impresentable vividor de nuestro esfuerzo y nuestro
sudor, de nuestra hambre, de nuestra miseria y de nuestra sangre. Alguien que
se dé cuenta que no es posible que el único castigado por iniciar la
persecución de tanto fantoche sea el Juez que empezó a tirar del hilo de tamaña
organización. Por ello, y aunque seguramente no sea más que una utopía, se
busca Lance Armstrong.
No hay comentarios:
Publicar un comentario