En estos últimos días, han despedido a uno de mis más
cercanos compañeros y amigos. Podía haber sido yo, podíamos haber sido los dos,
pero le ha tocado a él. Causas económicas, por supuesto.
Mientras tanto, el Gobierno continúa con su vorágine de desmantelamiento
de todo el sistema económico y social, de todo lo que huela a servicio público.
Entre otras medidas dejan a los funcionarios sin su paga de navidad y les retiran
días de libre disposición. Estoy en absoluto desacuerdo con la pérdida de
derechos de este último paquete de recortes con el que nos obsequian, tanto en
lo que se refiere a los funcionarios públicos como los que afectan a otros
colectivos como ocurre, también con los desempleados o los pensionistas. Y
fundamentalmente con estos últimos ya que, a mi entender, afectan a aquellos
ciudadanos más desprotegidos.
La reacción de los funcionarios ha sido enérgica. Se han
llevado a cabo múltiples manifestaciones en toda España. Y parece que sólo es
el comienzo de lo que parece inevitable: una revolución en defensa del Estado
Social, Democrático y de Derecho que, de facto, es lo que se está desmantelando
de manera fulminante. Los trabajadores del sector privado, así como los
anteriormente reseñados, pensionistas, desempleados y demás sectores y
ciudadanos con conciencia social, están secundando y apoyando las
movilizaciones que se están produciendo en las últimas fechas. Siempre he
considerado que el funcionariado era el colectivo clave para ejercer la presión
necesaria para evitar el derrumbe de los derechos y libertades de nuestra
sociedad. Sin embargo, deben ser conscientes de que forman parte de una
totalidad y constituirse en referente solidario del esfuerzo por el
mantenimiento de un sistema democrático libre y justo para toda la sociedad.
Detalles como el de los policías antidisturbios quitándose
el casco ante una manifestación de compañeros o pidiéndoles por favor que
retrocediesen, son significativos de que comienzan a aparecer ciertos signos de
solidaridad de determinados sectores o colectivos con otros.
Sin embargo, también he echado en falta que desde alguno
de los representantes de los funcionarios, en sus declaraciones, se hiciera
referencia a la penosa situación en la que se deja a determinados colectivos y
sectores con toda la cascada de medidas antisociales que vienen siendo tomadas de
un tiempo a esta parte.
No podemos caer en la trampa de pensar que pertenecemos a
clases diferentes. Estamos en el mismo barco. Todos juntos.
Personalmente, no me gusta cuando hacen referencia al
hecho de que son ellos siempre el blanco de la injusticia de las medidas del
Ejecutivo. Cierto es que, como he dicho, son claves e imprescindibles si
queremos mantener un sistema en el que nuestros impuestos sirvan para tener
derecho a una educación, una sanidad y una serie de servicios públicos
imprescindibles para vivir en una sociedad justa, pero yo que como otros
muchos, trabajamos en el sector privado, hemos sido y seguimos siendo tan perjudicados,
al menos como cualquier funcionario.
Desde el año 2008 a esta parte, yo ya he perdido alrededor
de un 60% de mis ingresos. Y soy un asalariado medio, no un alto ejecutivo ni
nada por el estilo. Y ahora mismo, con suerte de seguir siéndolo. Me levanto
todas las mañanas pensando si será mi último día de trabajo en mi actual puesto
de trabajo. Yo no puedo reclamar auxilio a sindicato alguno, sin poner en serio
peligro, no ya una parte de mi sueldo sino mi puesto de trabajo, ni siquiera a
un delegado sindical, ya que, en muchas ocasiones, y sobre todo en empresas
medianas, ese puesto está ocupado por la persona “aconsejada” por el patrón o,
simplemente por algún o alguna Mónica dispuesto/a a aliviar cualquier tensión
del Bill de turno. Para muchos trabajadores en este momento, el cobrar sin
problemas sus salarios, el tener vacaciones o el cumplir una jornada laboral
con las horas establecidas por ley o cobrando las extras es, cuanto menos, una
utopía.
Lamento las medidas tomadas contra los funcionarios y que
afectan a sus ingresos y calidad de vida y apoyo todas sus acciones en defensa
de sus derechos. Como lamento y apoyo las relativas a las que conciernen a la
merma de derechos de estudiantes, jubilados, parados y trabajadores del sector
privado.
Es posible que lo que aquí escriba no sea del todo
políticamente correcto en este momento y en los lugares a donde pueden llegar
estas líneas pero, hubiera sido muy higiénico que, el colectivo de funcionarios
hubiera demostrado hace ya tiempo, el grado de comprensión y solidaridad con el
resto de la sociedad que, ahora, está recibiendo por parte de esta.
Argumentar ante un parado que va a perder un 10% de sus
ingresos a partir del séptimo mes de prestación por desempleo, dinero
imprescindible para mantener a su familia y que no tiene perspectiva
actualmente de encontrar trabajo, que al quitarle al funcionario la paga de
Diciembre no le va a poder comprar los Reyes a los niños, me parece, cuanto
menos, de un grado de superficialidad anti solidaria bastante peligroso.
Ha llegado el momento de ser conscientes de que no somos
unos y otros sino un conjunto que ha de mantenerse homogéneo en sus
reivindicaciones y actuar en común en contra de un Gobierno que no es más que
un pelele dirigido desde el exterior de nuestro país y al que no va a temblarle
la mano a la hora de seguir aplastando a los ciudadanos con tal de mantener sus
posiciones de privilegio.
sábado, 21 de julio de 2012
sábado, 7 de julio de 2012
Estado De Imbecilidad
Yo no sé si los ciudadanos españoles vivimos bajo una
penosa situación de lo que algunos llaman Indefensión Aprendida o si es una
cuestión genética que nos aboca a permanecer en estado de imbecilidad
permanente. Tampoco estoy seguro de que el problema sea nacional. Más bien,
tengo la sensación de que es una cuestión
transfronteriza, como así lo demuestran los resultados electorales
cosechados el mes pasado en Grecia y que han sido los culpables de que entrara,
personalmente, en estado catatónico, incapaz de expresar mi absoluto
desconcierto, tan siquiera a través de la vía de escape que supone para mi
bienestar mental el plasmar mis ideas, sentimientos, emociones en este blog. Me
cuesta aceptar que la única herramienta política pacífica y con eficacia
suficiente de la que disponemos los ciudadanos corrientes para tratar de hacer
nuestras vidas, ya no mejores, al menos dignas, cual es el sufragio, seamos
incapaces de orientarla a tal fin. Por supuesto que no es la única, pero sí es
la que, de una manera fácil y anónima nos faculta para elegir quién nos dicte
las normas durante un tiempo determinado. No todos poseemos las mismas capacidades
participativas, la misma disponibilidad de tiempo, pero sí que, de momento,
disponemos del poder de, mediante tal sencillo acto, llevar a cabo los cambios
que se necesitan en nuestra sociedad. Me
resulta inaudito, deprimente, totalmente desmotivador, desmoralizador ver como
los responsables de la crisis griega, los dirigentes de los dos partidos que,
después de haber quebrado económica, social, moralmente al país heleno,
continúen siendo los responsables de seguir dirigiendo los designios de sus
ciudadanos. Y lo peor es que ha sido porque ellos lo han decidido así. Llegué a
tener la absoluta convicción de que las elecciones griegas serían el momento
catártico que derribaría la última piedra de los gobiernos de los Entes y
supusiera la primera para el gobierno de las personas. Estaba equivocado. Y es
que el problema debe ser de base. Me refiero a los mismos cimientos de la
naturaleza humana. Ese Ser en el que, salvo por contadísimas excepciones,
prevalece su instinto depredador, egoísta, zafio, irresponsable e interesado.
En España nos encontramos en una situación parecida.
Llevamos seis larguísimos meses de gobierno del PP en el que se pone en
evidencia, día tras día, cada una de las contradicciones y engaños en los que,
sin pudor alguno, incurren sus miembros amparados, una vez más, en la
legitimidad de unos votos recibidos de ciudadanos como nosotros, tiempo en el
que se manifiesta que cada una de las decisiones que ahora imponen a nuestra
sociedad son antagónicas a las defendidas hace meses cuando eran oposición.
Cada una de sus medidas tienden a restringir derechos que habían sido conquistados
a través de siglos de lucha y que, ahora, de un plumazo desaparecen ante
nuestra más que irritante indolencia. Ojo, no nos engañemos, recortes que ya
habían iniciado los mandatarios del otro partido que hasta ahora sigue formando
parte de la dicotomía en la que se basa nuestro sistema partidista y que no son
más que la otra cara de la misma moneda. Las clases trabajadoras están siendo
objeto de un absoluto saqueo, tanto económico como social, un arrebato de
algunos de los valores más íntimos de la personalidad como su dignidad. Subidas
de impuestos, copagos, recortes sanitarios y educativos, peajes en carreteras,
más impuestos, más recortes, más copagos. El otro día escuché a ese personaje
que parece salido de alguna de las más deprimentes películas de Pajares y
Esteso, el señor Rosell, el de la CEOE, fiel portavoz del Gobierno a lo que
parece, avisando de que habría que recortar en aquellas partes hasta ahora
innombrables e intocables. Y bien, se tocarán. Se utilizará para el cálculo de
la base de cotización el total de la vida laboral, con lo que la pensión no sé
si se cobrará en pesetas, en Euros o parte y parte. Eso significa un mayor
empobrecimiento de la clase media, ahora y, cada vez más, baja, bajísima. Por
supuesto, esto no afectará a las pensiones garantizadas de directivos
bancarios. Faltaría más, pobrecitos, con lo que trabajan. Ni van a decidir
bajar hasta el salario mínimo los sueldos de sus señorías. ¿O acaso lo que
queremos es mandatarios menesterosos? Y lo que me parece ya el colmo de la
desvergüenza: se recortará el tiempo al que tendremos derecho al desempleo de
dos a un año o año y medio, según la fuente de la filtración. Es decir, que a
aquel que lleve once meses buscando trabajo y no lo encuentre, de buenas a
primeras se encontrará con que en vez de un año, le quedará un mes de paro.
Pero claro, ya se sabe, partimos de la base de que no ha estado buscando
trabajo sino tocándose los cojones como buen vago español. Total, si estamos
desbordados de jugosas ofertas de empleo por doquier y nos podemos permitir el
lujo de seguir a la bartola indefinidamente.
La realidad es que dicen que hay gente que rechaza por deporte
ofertas válidas de empleo. Las habrá. Pero que los empresarios se están
aprovechando de la situación
-
ofreciendo salarios muy por debajo de lo que marcan
convenios, por lo que una persona que cobra más en el paro que siendo explotado
elegirá seguir apuntado como desempleado en el Inem, sí,
-
despidiendo personal para inmediatamente hacer que
trabajen en la misma empresa sin asegurar, cobrando al mismo tiempo el paro,
sí,
-
recortando derechos adquiridos, haciendo trabajar al
personal más horas de las que les corresponde sin contraprestación alguna, sí,
-
llevando a cabo Ere´s por los que, por una puerta salen
unos trabajadores y por la otra entran los nuevos que les sustituyen en las
mismas funciones pero que salen más baratos gracias a las nuevas condiciones de
la reforma laboral, sí. Etc.,
sin duda alguna.
Los círculos más concéntricos al Poder, señoras y señores
de bien, se echan las manos a la cabeza con las acciones violentas de los
mineros estos días. Y no se dan cuenta de lo que están creando. Si hasta ahora,
no se había producido un estallido social más violento en otros ámbitos
sociales quizás sea porque, de alguna manera, la gente que había perdido el
trabajo estaba cubierta por prestaciones y subsidios que, al menos les
permitían vivir, pero, ¿qué ocurrirá en un par de años cuando haya, no sé, dos
millones de parados más, (al menos, ya que uno va a salir del próximo recorte
de personal de administraciones y empresas públicas, según las medidas
propuestas por el “Ministro” Rosell) y además no haya forma de encontrar empleo
legal alguno, ni prestaciones que cubran esa contingencia? ¿Qué ocurrirá cuando
el número de los que pasen hambre de verdad se multiplique y tengan que buscar
de la manera que sea la forma de alimentarse a ellos y a sus hijos?
Quizás no pase nada y sigamos afectados de la misma
imbécil inactividad actual, dejándonos llevar hasta el suicidio pasivo mientras
vemos repetidas en la televisión las glorias deportivas de nuestros héroes
nacionales y continuemos eligiendo a los mismos líderes que ahora nos manejan
por miedo a que las cosas cambien a peor. Pero a peor, ¿para quién?
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