jueves, 6 de octubre de 2011

La Revolución Que Vendrá

Mientras en Grecia sigue hirviendo la calle con la ebullición de miles de personas asfixiadas por las inmisericordes medidas tomadas por su Gobierno a las ordenes de Freuland Merkel y sus bancos y banqueros, mientras en Manhattan el asfalto se puebla cada vez más de jóvenes y no tan jóvenes tan indignados como los de este lado del charco, agolpando sus miserias a las puertas de Wall Street, mientras en España, profesores, sanitarios, parados, estudiantes, desahuciados, desheredados y gente de mal vivir (según parece, a la vista de alguna Aguirre o Cospedal de bien vivir y mejor vestir) andan por las calles denunciando recortes y apreturas, mientras, anda Dexia al borde de la quiebra poniendo más allá de un ataque de nervios a Sarkozy y sus vecinos. Mientras aquí, en el país de los toros, el fútbol, las estebanes y matamoros, de las duquesas grandes de las Españas y demás condados y ducados y otros excelsos títulos, que más grande no la hay, que andan de boda en boda, de jarana en jarana, aquí, mientras tanto, aquellos a los que todos, con nuestras escaseces, con nuestras apreturas, nuestras solidaridades, nuestro amor a la patria y demás patrañas y fantochadas con las que se esconde la inefable realidad de que al rico lo que es del rico y…. lo que es del pobre y a este, pan y cebolla, mientras, aquellos a los que prestamos nuestros dineros para que se pudieran reflotar, y no produjeran con su hundimiento un tsunami tal que perdiéramos, para siempre, el horizonte de la tierra conocida, van ahora y se ríen a nuestra cara ante nuestra atónita mirada de perrillos vagabundos anhelantes de su caricia y beneplácito. Y es que, mientras los pequeños empresarios y los autónomos no ven la forma de conseguir créditos para mantener a flote sus negocios, los particulares ven como pierden sus viviendas y con ello, lo que es más grave, su dignidad, su vida, los señores José Luis Pego, Gregorio Gorriarán y Javier García Paredes, ex directivos de Nova Caixagalicia, se reparten más de 23 millones de euros, por los servicios prestados. Desde el punto y hora que a esa entidad se la intentó reflotar con dinero público, este dinero o parte, es dinero aportado por todos. No entro en la legalidad o no. Hablo de la cara dura, de la desvergüenza. Hablo de lo fácil que es promover una ley para acabar con los derechos laborales por los que se ha peleado durante décadas, y lo difícil que parece ser el poner en su sitio a algún sin escrúpulos de los que pululan entre los cubos de basura producidos por la crisis para sacar partido impunemente de la carroña. Hablo de la necesidad absolutamente imperiosa e inexcusable de cambiar el sistema. De redistribuir la riqueza, ya. De que prevalezca la justicia social ante los supuestos derechos económicos de quienes se están forrando a través de fórmulas improductivas y absolutamente especulativas. No sé si es legal o no lo de estos tipos. Me da igual. Que cambien la ley y la hagan retroactiva. No es de recibo que, mientras a unos se las traiga al pairo el hacer bien un trabajo, mientras se forren por ello, otros pierdan sus hogares por la avaricia y la usura de aquellos. Basta ya de mirar para otro lado, de políticos que dirigen su dedo acusador a uno o a otro lado. Queremos acciones y las queremos ya. Porque puede llegar un día que no tengamos ya nada que perder y ese día en vez de reformas, pediremos revolución.

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