sábado, 15 de septiembre de 2012

Gora Catalunya Ceive

La timorata transición española que hemos padecido en España los últimos 37 años no ha solucionado casi ninguno de los problemas fundamentales de nuestra sociedad y, por supuesto, no lo ha hecho con el problema de la integración y organización de los diferentes territorios que componen el actual Estado español.
Ahora que la crisis ya aprieta y ahoga, se convierte en el caldo de cultivo ideal para que los poderosos terratenientes esgriman las distintas banderas de sus diferentes feudos y alienten a las masas en nombre de la patria, que siempre funciona, cuando únicamente buscan el perpetuarse en sus posiciones predominantes.
La innegable demostración de músculo de los soberanistas llevada a cabo en Cataluña en las últimas fechas pone de manifiesto la aceleración de las inquietudes independentistas tanto en este territorio como en el País Vasco (algo menos en Galicia, aunque también) mientras que, por otro lado, se aviva el nacionalismo español con su afán centralizador.
Creo que ha quedado suficientemente demostrado que el sistema de CCAA, que trataba de contentar a todos sin molestar a nadie, no tenía razón de ser para la mayoría de las regiones españolas y que fue creado para tratar de satisfacer a las anteriormente referidas que, al fin y al cabo son las que poseen una base histórica, cultural, lingüística, que las identifica indudablemente como pueblos diferenciados del resto de los que forman la Península.
Así pues, el sistema no ha servido más que para encorsetar las ansias cada vez mayores de soberanía propia de estos territorios y a la vez, para favorecer el caciquismo de cortijo de los señores locales que han ido colocando en la órbita del poder a todo allegado que les ha venido en gana, despilfarrando el dinero público como si fuera caído del cielo, cual maná.
Aunque yo estoy convencido que el problema de lo que generalmente llamamos crisis, es más bien una quiebra del sistema económico global, una lucha de clases entre los de arriba y los de abajo independientemente de los territorios y que ésta es la pelea que realmente tendríamos que enfocar para tratar de conseguir un mundo más justo, más limpio, más equitativo, la realidad nos lleva a concluir que en el caso español, el experimento autonómico no ha salido bien y el crédito se ha agotado.
Es un derecho fundamental internacionalmente reconocido el de la autonomía y soberanía de los pueblos.
Bien, quizás ya, por fin, haya llegado el momento de afrontar de una manera madura el divorcio. De pasar del “tenemos que hablar” a negociar las condiciones de la posible separación. Y hablo de posible porque a estas alturas tampoco nadie puede asegurar de antemano el resultado de un referéndum por la independencia en Cataluña o el País Vasco.
Por ello, lo que habría que establecer es el marco en el que los ciudadanos y ciudadanas de los pueblos con interés independentista pudieran decidir libremente si continúan perteneciendo al proyecto español o prosiguen su camino en solitario, así como el plan de ruta a seguir para estructurar la organización del territorio en función del resultado de la consulta.
A todo esto hay una cosa que me hace tener la mosca tras la oreja. No sé si es que tanto escuchar y leer sobre teorías conspiranoicas, me he hecho más desconfiado. Me da la sensación que en muchos medios de comunicación, panfletos y NOticiarios DOcumentales, básicamente dominados por intereses de la derecha, de esos que fusilaban sin piedad a los que rompían España, están dejando abierta la posibilidad a una hipotética secesión, hablando más de sus consecuencias, (que si qué harán los pobres catalanes solos frente a Europa, que si el Barça tendrá que jugar una liga de apátridas, y así) que de la inviolabilidad del sacro santo reino de España, como en ellos era habitual.
Quizás la derecha se haya dado cuenta que, ante la imposibilidad de gobernar jamás los territorios vascos y catalanes, sea mejor separarse de ellos. Manteniendo la misma legislación electoral tendríamos PP para décadas en el resto del Estado. Quizás, de esa manera pudieran llevar la política centralista que tanto añoran. Y el PSOE a chupar rueda. Por torpes.
Y a todo esto, del federalismo ni hablamos. Pá qué.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Manzanas Envenenadas

Alfredo fue un emigrante gallego de esos que a finales de los años 70 dejó su aldea, cogió a su mujer y a sus dos hijos pequeños y se marchó a Londres a trabajar. Allí vivió compartiendo pequeños apartamentos con otros familiares. Vamos, lo que en los últimos años hemos conocido en España como pisos pateras, para entendernos. Fue alternando distintos modestos empleos, sobre todo en la hostelería. Alfredo no era un hombre con estudios. En aquella época y en aquellos lares, desde muy pequeños, se les educaba en una filosofía práctica basada en que, únicamente, el esfuerzo y el trabajo eran el medio para conseguir un determinado objetivo vital. Este no era más que ganarse la vida, tener para construirse poco a poco, con paciencia, su casa en su aldea y, a poder ser juntar unos ahorrillos para, algún día, retirarse a esos ásperos campos gallegos con Maruja.
Alfredo regresó, ya sin Maruja a la que la vida la venció y no pudo terminar con él el camino hasta el final y compartir el resultado de su proyecto con su marido, y se fue a vivir a la casa levantada con el resultado de horas y horas de duro trabajo, y con unos pocos ahorros con los que complementar la pensión de jubilación. Ahorros que confió a esa figura de la aristocracia aldeana que el tiempo ha terminado por situar a la misma altura que el cura, el alcalde, el médico y el comandante del puesto de la Guardia Civil, tal cual alguna peli de Berlanga: el Director de la Caixa Galicia al que, por alguna extraña  razón, algunos lugareños continúan con la costumbre de rendir pleitesía y de agradecer sus embustes con variados productos de la tierra en no pocas ocasiones.
En él deposita su confianza y sus ahorros. Y a cambio recibe lo que, con el tiempo se descubre es una manzana envenenada: Obligaciones Subordinadas.
Alfredo nos deja en el año 2010 sin siquiera suponer que, con el paso de apenas dos años, aquellos modestos ahorros que consiguió juntar estaban a punto de evaporarse en medio de nebulosas de extrañas palabras, de mercados secundarios, de productos híbridos, de cotizaciones infernales.
Y ahora, mientras sus hijos andan deambulando de un lado a otro, mendigando, al menos un mínimo de información, que les permita recuperar algo de lo que Alfredo les dejó, el señor de Guindos aprovecha las rebajas de Agosto para comprarse un chalet nuevo que le ha quedado muy apañadito de precio, pues no sabe de números ni nada el señor ministro, los directivos de las Cajas y Bancos españoles se frotan las manos con los dineros que les van a quedar cuando se jubilen o el señor Adelson deshoja la margarita de ver en que pueblecito de este país bananero monta su mega burdel con la financiación concedida por bancos españoles que, volverán a hacer ricos a unos cuantos y terminaremos pagando unos muchos. Y si no al tiempo.
Y es que, de todo esto, lo peor es la impotencia que estos miles de afectados sienten al comprobar el grado de indefensión ante un sistema que varía las leyes a su antojo para seguir beneficiando a los poderosos y al que no le tiembla el pulso si tiene que ofrecer más sacrificios humanos a las fauces del volcán de los mercados, la banca o los grandes empresarios con tal de saciar su voraz apetito.