viernes, 18 de enero de 2013

¿Todos Somos Iguales?


El pueblo tiene miedo porque escucha la voz de los tiranos y se la cree. Porque es más cómodo agachar la cabeza que plantarle cara a la verdad. Por eso, no tenemos las agallas suficientes para cambiar el sistema de arriba abajo y de condenar en juicio sumarísimo al más perpetuo de los destierros, a la soledad más mezquina, a la ignominia, la vergüenza, al descrédito más absoluto a todos los que, bajo el pretexto de gobernarnos, nos han explotado y expoliado impunemente.
La Justicia, dirigida por las mismas élites a las que pertenecen, ha permanecido ciega, impávida ante los atroces abusos que todos conocíamos pero que a pocos parece que interesaba sacar a la luz. Estos últimos movimientos en los que parece que algo está cambiando, me temo no serán más que otro ejemplo de aquella idea que alguien expresó y que define perfectamente lo que ha sido el devenir de la dialéctica histórica, “algo debe cambiar para que todo siga igual”. Y si no, ya veremos cuántos de éstos que ahora mismo salen en las primeras planas de los periódicos pagan por sus fechorías y cuántos no caerán en el olvido del silencio culpable de los mass media.
Debemos ser patriotas, nos exigen (de unas patrias y de otras, da igual), aceptar los recortes, los ajustes, los ahogos, los robos, por el bien de la Patria. Debemos trabajar más y cobrar menos, seguir el modelo de los chinos, por el bien de la Patria. Debemos ser tan patriotas como Camps, Méndez, Castellanos, Rato, Baltar, Bárcenas, Matas, Fabra, Díaz Ferrán. Debemos ser éticos y estéticos, patrióticamente educados, como Güemes, González(don Felipe), Aznar, y no molestar con nuestros gritos y nuestros lamentos que tanto desagradan a los señoras y señores de bien, y tanto ensucian nuestras calles y nuestra imagen internacional, llenando los telediarios y la prensa allende nuestras fronteras con incómodos contenedores humeantes apestando a basura.
Y lo peor es que, seguramente nos lo merezcamos. Cuando nos dicen que la política es el problema, que todos son iguales, lo que tratan de conseguir es infectar con el virus de la inacción a las masas ciudadanas para conseguir mantener sentados sus culos sobre sus lustrosas poltronas. Tratan de crear la desconfianza hacia el vecino, el compañero, el amigo. Todos son iguales. Todos somos iguales. Y lo consiguen.
Quizás el día que perdimos la fe, la verdadera, aquella certeza en la existencia de una diferencia de clases real, palpable e insuperable, perdimos la batalla. Quizás el día que nos demos cuenta que la política no es el problema, sino la solución, que las fronteras no son transversales, sino de arriba abajo y de abajo a arriba, que no todos somos iguales y además, deben tenerlo claro, quizás ese día la soberanía regrese a las manos del pueblo.

viernes, 30 de noviembre de 2012

En Este Lugar

Llevaba algún tiempo que no me acercaba a este blog para desahogarme de las frustraciones e inquietudes que, de vez en cuando, precisan de una válvula de escape para alivio de mi ánimo y bien de mi salud mental. Supongo que pocos seréis los que lo habrán echado de menos, ya que no muchos son los que tienen el tiempo que perder y la paciencia para sufrir los desvelos de una mente con tendencia a la ebullición constante, de una manera habitual. Falta de carisma para llegar a las masas, quizás. Carencia de la calidad narrativa precisa para hacer llegar mi mensaje, probablemente. De todas formas, tampoco fue nunca intención primigenia el liderar revolución alguna montado sobre imponente corcel. Más bien mi ilusión era formar parte, como grano de arena, de una inmensa duna capaz de, poco a poco, pero sin detención posible, remover los cimientos de una sociedad cuanto poco injusta.
El caso, es que a punto he estado de asesinar a mi alter ego. De hacerle desaparecer del mapa cibernético. A su perfil, a su blog. Por ser la inútil máscara tras la que esconder la cobardía de quien vive en un lugar donde un ciudadano no puede pronunciar sus opiniones políticas libremente, de materializar el desarrollo de una conciencia social por el temor a sufrir represalias en su entorno laboral, a que pueda influir en una carrera profesional, a que ningún empresario se atreva a mantener en plantilla o, mucho menos, contratar a un rojo que tenga la osadía de defender los derechos laborales reconocidos y consagrados por la bendita e inviolable Constitución del 78.
En este tiempo he comprobado, atónito, como el único arma verdaderamente efectivo que poseemos, con fuerza suficiente para tratar de cambiar de alguna manera las cosas, cual es el sufragio, es utilizado por mis conciudadanos para mantener en el Gobierno a aquellos que dictan las normas que anteponen los intereses de una minoría elitista de ricos poderosos por encima de las necesidades básicas de los seres humanos, es decir, sobre los derechos y necesidades de ellos mismos; las normas que facilitan que sean despedidos de sus empleos, o los mantengan en condiciones cada vez más precarias; que reprimen su más básico derecho al pataleo, equiparando hasta las acciones de resistencia pasiva a actos de cruel terrorismo o a los de golpistas cutres de infausto recuerdo; que delimitan gruesas líneas entre ricos y pobres de cara al acceso al sistema de justicia, la sanidad o la educación (cuando no, incluso entre sexos: los niños con los niños, las niñas con las niñas, ¿verdad locuaz contertulio convertido en ministro?); que promueven las bondades de mandar a nuestros hijos y nietos a la amargura de una emigración que nosotros mismos sufrimos, incapaces de cumplir con la obligación contraída con la sociedad de crear las condiciones óptimas para que uno pueda ganarse la vida en su propia tierra, arguyendo, con el cinismo y el sabor rancio del Nodo, un supuesto carácter aventurero de los jóvenes hispanos.
Y es que en este lugar o país, madre o madrastra, suegra o suegrastra, los presidentes, ex ministros y socialistas de carnet de primera, terminan asesorando a multinacionales energéticas, debidamente privatizadas previamente, en lugar de promover bancos de alimentos o fomentar la creación de industrias que generen empleo digno a aquellos ciudadanos que les convirtieron en privilegiados, lo mismito que sus supuestos antagonistas ideológicos. Así que vaya ejemplo.
En este lugar nos hacen poner 1.000 € por cabeza para sanear a los bancos. Sí a esos mismos, que nos han robado los ahorros de toda la vida depositados en preferentes, que nos han hipotecado nuestro piso por el 120% del valor de una tasación irreal realizada por cómplices a su servicio y que, ahora que nos hemos quedado sin empleo y no podemos pagar, nos quitan nuestros techo y el de nuestros hijos o abuelos y al que todavía seguimos debiendo el capital más intereses más penalizaciones. Cuando no han sido los causantes de la muerte de aquellos que no han aguantado más la vileza de una situación agónica e indigna por injusta. Así de irónico.
En este lugar, se está gestando una revolución. Pero no es la que nosotros creíamos. Los que algunos el 15 M soñaban. No. Es de signo absolutamente contrario. Es silenciosa. Sibilina. Es metódica y eficaz. Tan eficaz que, el único arma verdaderamente efectivo que poseemos, con fuerza suficiente para tratar de cambiar de alguna manera las cosas, cual es el sufragio, es utilizado por mis conciudadanos para mantener en el Gobierno a semejantes alimañas.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Gora Catalunya Ceive

La timorata transición española que hemos padecido en España los últimos 37 años no ha solucionado casi ninguno de los problemas fundamentales de nuestra sociedad y, por supuesto, no lo ha hecho con el problema de la integración y organización de los diferentes territorios que componen el actual Estado español.
Ahora que la crisis ya aprieta y ahoga, se convierte en el caldo de cultivo ideal para que los poderosos terratenientes esgriman las distintas banderas de sus diferentes feudos y alienten a las masas en nombre de la patria, que siempre funciona, cuando únicamente buscan el perpetuarse en sus posiciones predominantes.
La innegable demostración de músculo de los soberanistas llevada a cabo en Cataluña en las últimas fechas pone de manifiesto la aceleración de las inquietudes independentistas tanto en este territorio como en el País Vasco (algo menos en Galicia, aunque también) mientras que, por otro lado, se aviva el nacionalismo español con su afán centralizador.
Creo que ha quedado suficientemente demostrado que el sistema de CCAA, que trataba de contentar a todos sin molestar a nadie, no tenía razón de ser para la mayoría de las regiones españolas y que fue creado para tratar de satisfacer a las anteriormente referidas que, al fin y al cabo son las que poseen una base histórica, cultural, lingüística, que las identifica indudablemente como pueblos diferenciados del resto de los que forman la Península.
Así pues, el sistema no ha servido más que para encorsetar las ansias cada vez mayores de soberanía propia de estos territorios y a la vez, para favorecer el caciquismo de cortijo de los señores locales que han ido colocando en la órbita del poder a todo allegado que les ha venido en gana, despilfarrando el dinero público como si fuera caído del cielo, cual maná.
Aunque yo estoy convencido que el problema de lo que generalmente llamamos crisis, es más bien una quiebra del sistema económico global, una lucha de clases entre los de arriba y los de abajo independientemente de los territorios y que ésta es la pelea que realmente tendríamos que enfocar para tratar de conseguir un mundo más justo, más limpio, más equitativo, la realidad nos lleva a concluir que en el caso español, el experimento autonómico no ha salido bien y el crédito se ha agotado.
Es un derecho fundamental internacionalmente reconocido el de la autonomía y soberanía de los pueblos.
Bien, quizás ya, por fin, haya llegado el momento de afrontar de una manera madura el divorcio. De pasar del “tenemos que hablar” a negociar las condiciones de la posible separación. Y hablo de posible porque a estas alturas tampoco nadie puede asegurar de antemano el resultado de un referéndum por la independencia en Cataluña o el País Vasco.
Por ello, lo que habría que establecer es el marco en el que los ciudadanos y ciudadanas de los pueblos con interés independentista pudieran decidir libremente si continúan perteneciendo al proyecto español o prosiguen su camino en solitario, así como el plan de ruta a seguir para estructurar la organización del territorio en función del resultado de la consulta.
A todo esto hay una cosa que me hace tener la mosca tras la oreja. No sé si es que tanto escuchar y leer sobre teorías conspiranoicas, me he hecho más desconfiado. Me da la sensación que en muchos medios de comunicación, panfletos y NOticiarios DOcumentales, básicamente dominados por intereses de la derecha, de esos que fusilaban sin piedad a los que rompían España, están dejando abierta la posibilidad a una hipotética secesión, hablando más de sus consecuencias, (que si qué harán los pobres catalanes solos frente a Europa, que si el Barça tendrá que jugar una liga de apátridas, y así) que de la inviolabilidad del sacro santo reino de España, como en ellos era habitual.
Quizás la derecha se haya dado cuenta que, ante la imposibilidad de gobernar jamás los territorios vascos y catalanes, sea mejor separarse de ellos. Manteniendo la misma legislación electoral tendríamos PP para décadas en el resto del Estado. Quizás, de esa manera pudieran llevar la política centralista que tanto añoran. Y el PSOE a chupar rueda. Por torpes.
Y a todo esto, del federalismo ni hablamos. Pá qué.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Manzanas Envenenadas

Alfredo fue un emigrante gallego de esos que a finales de los años 70 dejó su aldea, cogió a su mujer y a sus dos hijos pequeños y se marchó a Londres a trabajar. Allí vivió compartiendo pequeños apartamentos con otros familiares. Vamos, lo que en los últimos años hemos conocido en España como pisos pateras, para entendernos. Fue alternando distintos modestos empleos, sobre todo en la hostelería. Alfredo no era un hombre con estudios. En aquella época y en aquellos lares, desde muy pequeños, se les educaba en una filosofía práctica basada en que, únicamente, el esfuerzo y el trabajo eran el medio para conseguir un determinado objetivo vital. Este no era más que ganarse la vida, tener para construirse poco a poco, con paciencia, su casa en su aldea y, a poder ser juntar unos ahorrillos para, algún día, retirarse a esos ásperos campos gallegos con Maruja.
Alfredo regresó, ya sin Maruja a la que la vida la venció y no pudo terminar con él el camino hasta el final y compartir el resultado de su proyecto con su marido, y se fue a vivir a la casa levantada con el resultado de horas y horas de duro trabajo, y con unos pocos ahorros con los que complementar la pensión de jubilación. Ahorros que confió a esa figura de la aristocracia aldeana que el tiempo ha terminado por situar a la misma altura que el cura, el alcalde, el médico y el comandante del puesto de la Guardia Civil, tal cual alguna peli de Berlanga: el Director de la Caixa Galicia al que, por alguna extraña  razón, algunos lugareños continúan con la costumbre de rendir pleitesía y de agradecer sus embustes con variados productos de la tierra en no pocas ocasiones.
En él deposita su confianza y sus ahorros. Y a cambio recibe lo que, con el tiempo se descubre es una manzana envenenada: Obligaciones Subordinadas.
Alfredo nos deja en el año 2010 sin siquiera suponer que, con el paso de apenas dos años, aquellos modestos ahorros que consiguió juntar estaban a punto de evaporarse en medio de nebulosas de extrañas palabras, de mercados secundarios, de productos híbridos, de cotizaciones infernales.
Y ahora, mientras sus hijos andan deambulando de un lado a otro, mendigando, al menos un mínimo de información, que les permita recuperar algo de lo que Alfredo les dejó, el señor de Guindos aprovecha las rebajas de Agosto para comprarse un chalet nuevo que le ha quedado muy apañadito de precio, pues no sabe de números ni nada el señor ministro, los directivos de las Cajas y Bancos españoles se frotan las manos con los dineros que les van a quedar cuando se jubilen o el señor Adelson deshoja la margarita de ver en que pueblecito de este país bananero monta su mega burdel con la financiación concedida por bancos españoles que, volverán a hacer ricos a unos cuantos y terminaremos pagando unos muchos. Y si no al tiempo.
Y es que, de todo esto, lo peor es la impotencia que estos miles de afectados sienten al comprobar el grado de indefensión ante un sistema que varía las leyes a su antojo para seguir beneficiando a los poderosos y al que no le tiembla el pulso si tiene que ofrecer más sacrificios humanos a las fauces del volcán de los mercados, la banca o los grandes empresarios con tal de saciar su voraz apetito.

sábado, 21 de julio de 2012

Solidaridad Imprescindible

En estos últimos días, han despedido a uno de mis más cercanos compañeros y amigos. Podía haber sido yo, podíamos haber sido los dos, pero le ha tocado a él. Causas económicas, por supuesto.
Mientras tanto, el Gobierno continúa con su vorágine de desmantelamiento de todo el sistema económico y social, de todo lo que huela a servicio público. Entre otras medidas dejan a los funcionarios sin su paga de navidad y les retiran días de libre disposición. Estoy en absoluto desacuerdo con la pérdida de derechos de este último paquete de recortes con el que nos obsequian, tanto en lo que se refiere a los funcionarios públicos como los que afectan a otros colectivos como ocurre, también con los desempleados o los pensionistas. Y fundamentalmente con estos últimos ya que, a mi entender, afectan a aquellos ciudadanos más desprotegidos.
La reacción de los funcionarios ha sido enérgica. Se han llevado a cabo múltiples manifestaciones en toda España. Y parece que sólo es el comienzo de lo que parece inevitable: una revolución en defensa del Estado Social, Democrático y de Derecho que, de facto, es lo que se está desmantelando de manera fulminante. Los trabajadores del sector privado, así como los anteriormente reseñados, pensionistas, desempleados y demás sectores y ciudadanos con conciencia social, están secundando y apoyando las movilizaciones que se están produciendo en las últimas fechas. Siempre he considerado que el funcionariado era el colectivo clave para ejercer la presión necesaria para evitar el derrumbe de los derechos y libertades de nuestra sociedad. Sin embargo, deben ser conscientes de que forman parte de una totalidad y constituirse en referente solidario del esfuerzo por el mantenimiento de un sistema democrático libre y justo para toda la sociedad.
Detalles como el de los policías antidisturbios quitándose el casco ante una manifestación de compañeros o pidiéndoles por favor que retrocediesen, son significativos de que comienzan a aparecer ciertos signos de solidaridad de determinados sectores o colectivos con otros.
Sin embargo, también he echado en falta que desde alguno de los representantes de los funcionarios, en sus declaraciones, se hiciera referencia a la penosa situación en la que se deja a determinados colectivos y sectores con toda la cascada de medidas antisociales que vienen siendo tomadas de un tiempo a esta parte.
No podemos caer en la trampa de pensar que pertenecemos a clases diferentes. Estamos en el mismo barco. Todos juntos.
Personalmente, no me gusta cuando hacen referencia al hecho de que son ellos siempre el blanco de la injusticia de las medidas del Ejecutivo. Cierto es que, como he dicho, son claves e imprescindibles si queremos mantener un sistema en el que nuestros impuestos sirvan para tener derecho a una educación, una sanidad y una serie de servicios públicos imprescindibles para vivir en una sociedad justa, pero yo que como otros muchos, trabajamos en el sector privado, hemos sido y seguimos siendo tan perjudicados, al menos como cualquier funcionario.
Desde el año 2008 a esta parte, yo ya he perdido alrededor de un 60% de mis ingresos. Y soy un asalariado medio, no un alto ejecutivo ni nada por el estilo. Y ahora mismo, con suerte de seguir siéndolo. Me levanto todas las mañanas pensando si será mi último día de trabajo en mi actual puesto de trabajo. Yo no puedo reclamar auxilio a sindicato alguno, sin poner en serio peligro, no ya una parte de mi sueldo sino mi puesto de trabajo, ni siquiera a un delegado sindical, ya que, en muchas ocasiones, y sobre todo en empresas medianas, ese puesto está ocupado por la persona “aconsejada” por el patrón o, simplemente por algún o alguna Mónica dispuesto/a a aliviar cualquier tensión del Bill de turno. Para muchos trabajadores en este momento, el cobrar sin problemas sus salarios, el tener vacaciones o el cumplir una jornada laboral con las horas establecidas por ley o cobrando las extras es, cuanto menos, una utopía.
Lamento las medidas tomadas contra los funcionarios y que afectan a sus ingresos y calidad de vida y apoyo todas sus acciones en defensa de sus derechos. Como lamento y apoyo las relativas a las que conciernen a la merma de derechos de estudiantes, jubilados, parados y trabajadores del sector privado.
Es posible que lo que aquí escriba no sea del todo políticamente correcto en este momento y en los lugares a donde pueden llegar estas líneas pero, hubiera sido muy higiénico que, el colectivo de funcionarios hubiera demostrado hace ya tiempo, el grado de comprensión y solidaridad con el resto de la sociedad que, ahora, está recibiendo por parte de esta.
Argumentar ante un parado que va a perder un 10% de sus ingresos a partir del séptimo mes de prestación por desempleo, dinero imprescindible para mantener a su familia y que no tiene perspectiva actualmente de encontrar trabajo, que al quitarle al funcionario la paga de Diciembre no le va a poder comprar los Reyes a los niños, me parece, cuanto menos, de un grado de superficialidad anti solidaria bastante peligroso.
Ha llegado el momento de ser conscientes de que no somos unos y otros sino un conjunto que ha de mantenerse homogéneo en sus reivindicaciones y actuar en común en contra de un Gobierno que no es más que un pelele dirigido desde el exterior de nuestro país y al que no va a temblarle la mano a la hora de seguir aplastando a los ciudadanos con tal de mantener sus posiciones de privilegio.

sábado, 7 de julio de 2012

Estado De Imbecilidad

Yo no sé si los ciudadanos españoles vivimos bajo una penosa situación de lo que algunos llaman Indefensión Aprendida o si es una cuestión genética que nos aboca a permanecer en estado de imbecilidad permanente. Tampoco estoy seguro de que el problema sea nacional. Más bien, tengo la sensación de que es una cuestión  transfronteriza, como así lo demuestran los resultados electorales cosechados el mes pasado en Grecia y que han sido los culpables de que entrara, personalmente, en estado catatónico, incapaz de expresar mi absoluto desconcierto, tan siquiera a través de la vía de escape que supone para mi bienestar mental el plasmar mis ideas, sentimientos, emociones en este blog. Me cuesta aceptar que la única herramienta política pacífica y con eficacia suficiente de la que disponemos los ciudadanos corrientes para tratar de hacer nuestras vidas, ya no mejores, al menos dignas, cual es el sufragio, seamos incapaces de orientarla a tal fin. Por supuesto que no es la única, pero sí es la que, de una manera fácil y anónima nos faculta para elegir quién nos dicte las normas durante un tiempo determinado. No todos poseemos las mismas capacidades participativas, la misma disponibilidad de tiempo, pero sí que, de momento, disponemos del poder de, mediante tal sencillo acto, llevar a cabo los cambios que se necesitan en nuestra sociedad.  Me resulta inaudito, deprimente, totalmente desmotivador, desmoralizador ver como los responsables de la crisis griega, los dirigentes de los dos partidos que, después de haber quebrado económica, social, moralmente al país heleno, continúen siendo los responsables de seguir dirigiendo los designios de sus ciudadanos. Y lo peor es que ha sido porque ellos lo han decidido así. Llegué a tener la absoluta convicción de que las elecciones griegas serían el momento catártico que derribaría la última piedra de los gobiernos de los Entes y supusiera la primera para el gobierno de las personas. Estaba equivocado. Y es que el problema debe ser de base. Me refiero a los mismos cimientos de la naturaleza humana. Ese Ser en el que, salvo por contadísimas excepciones, prevalece su instinto depredador, egoísta, zafio, irresponsable e interesado.
En España nos encontramos en una situación parecida. Llevamos seis larguísimos meses de gobierno del PP en el que se pone en evidencia, día tras día, cada una de las contradicciones y engaños en los que, sin pudor alguno, incurren sus miembros amparados, una vez más, en la legitimidad de unos votos recibidos de ciudadanos como nosotros, tiempo en el que se manifiesta que cada una de las decisiones que ahora imponen a nuestra sociedad son antagónicas a las defendidas hace meses cuando eran oposición. Cada una de sus medidas tienden a restringir derechos que habían sido conquistados a través de siglos de lucha y que, ahora, de un plumazo desaparecen ante nuestra más que irritante indolencia. Ojo, no nos engañemos, recortes que ya habían iniciado los mandatarios del otro partido que hasta ahora sigue formando parte de la dicotomía en la que se basa nuestro sistema partidista y que no son más que la otra cara de la misma moneda. Las clases trabajadoras están siendo objeto de un absoluto saqueo, tanto económico como social, un arrebato de algunos de los valores más íntimos de la personalidad como su dignidad. Subidas de impuestos, copagos, recortes sanitarios y educativos, peajes en carreteras, más impuestos, más recortes, más copagos. El otro día escuché a ese personaje que parece salido de alguna de las más deprimentes películas de Pajares y Esteso, el señor Rosell, el de la CEOE, fiel portavoz del Gobierno a lo que parece, avisando de que habría que recortar en aquellas partes hasta ahora innombrables e intocables. Y bien, se tocarán. Se utilizará para el cálculo de la base de cotización el total de la vida laboral, con lo que la pensión no sé si se cobrará en pesetas, en Euros o parte y parte. Eso significa un mayor empobrecimiento de la clase media, ahora y, cada vez más, baja, bajísima. Por supuesto, esto no afectará a las pensiones garantizadas de directivos bancarios. Faltaría más, pobrecitos, con lo que trabajan. Ni van a decidir bajar hasta el salario mínimo los sueldos de sus señorías. ¿O acaso lo que queremos es mandatarios menesterosos? Y lo que me parece ya el colmo de la desvergüenza: se recortará el tiempo al que tendremos derecho al desempleo de dos a un año o año y medio, según la fuente de la filtración. Es decir, que a aquel que lleve once meses buscando trabajo y no lo encuentre, de buenas a primeras se encontrará con que en vez de un año, le quedará un mes de paro. Pero claro, ya se sabe, partimos de la base de que no ha estado buscando trabajo sino tocándose los cojones como buen vago español. Total, si estamos desbordados de jugosas ofertas de empleo por doquier y nos podemos permitir el lujo de seguir a la bartola indefinidamente.
La realidad es que dicen que hay gente que rechaza por deporte ofertas válidas de empleo. Las habrá. Pero que los empresarios se están aprovechando de la situación
-          ofreciendo salarios muy por debajo de lo que marcan convenios, por lo que una persona que cobra más en el paro que siendo explotado elegirá seguir apuntado como desempleado en el Inem, sí,
-          despidiendo personal para inmediatamente hacer que trabajen en la misma empresa sin asegurar, cobrando al mismo tiempo el paro, sí,
-          recortando derechos adquiridos, haciendo trabajar al personal más horas de las que les corresponde sin contraprestación alguna, sí,
-          llevando a cabo Ere´s por los que, por una puerta salen unos trabajadores y por la otra entran los nuevos que les sustituyen en las mismas funciones pero que salen más baratos gracias a las nuevas condiciones de la reforma laboral, sí. Etc.,
sin duda alguna.
Los círculos más concéntricos al Poder, señoras y señores de bien, se echan las manos a la cabeza con las acciones violentas de los mineros estos días. Y no se dan cuenta de lo que están creando. Si hasta ahora, no se había producido un estallido social más violento en otros ámbitos sociales quizás sea porque, de alguna manera, la gente que había perdido el trabajo estaba cubierta por prestaciones y subsidios que, al menos les permitían vivir, pero, ¿qué ocurrirá en un par de años cuando haya, no sé, dos millones de parados más, (al menos, ya que uno va a salir del próximo recorte de personal de administraciones y empresas públicas, según las medidas propuestas por el “Ministro” Rosell) y además no haya forma de encontrar empleo legal alguno, ni prestaciones que cubran esa contingencia? ¿Qué ocurrirá cuando el número de los que pasen hambre de verdad se multiplique y tengan que buscar de la manera que sea la forma de alimentarse a ellos y a sus hijos?
Quizás no pase nada y sigamos afectados de la misma imbécil inactividad actual, dejándonos llevar hasta el suicidio pasivo mientras vemos repetidas en la televisión las glorias deportivas de nuestros héroes nacionales y continuemos eligiendo a los mismos líderes que ahora nos manejan por miedo a que las cosas cambien a peor. Pero a peor, ¿para quién?

martes, 22 de mayo de 2012

Entre Pitos y Silbidos

Tremenda polémica nacional la que hay montada. Este viernes se disputa la final de la Copa del Rey de fútbol entre el Athletic Club de Bilbao y el F. C. Barcelona. Pues bien, parece ser que, lejos de centrarnos en un supuesto espectáculo balompédico entre dos equipos, el del sr. Bielsa, que ha conseguido hacer jugar como los ángeles a un puñado de chavales que, hasta la fecha, nos habían hecho creer que sabían correr y poco más y el del sr. Guardiola en su enésima final de los últimos cuatro años, la diversión estará en si una, la otra o las dos hinchadas en perfecta comunión convertirán el Vicente Calderón en una especie de Coliseo dedicado durante unos pocos minutos, a la práctica del silbo mientras se ejecuta el himno unificador de los pueblos hispanos.
El caso es que el jaleo está servido. Desde Esperanza, erigida en la nueva Agustina de Aragón, o de los Madriles, que al caso nos vale, hasta los curritos de a pie, han puesto el grito en el cielo ante semejante agresión a la integridad de nuestro país. Se me ocurrió, en medio de una conversación sobre tan interesante tema comentar a dos compañeros que no somos el único lugar en el que estas cosas ocurren y cité el caso de la selección francesa, también de fútbol, abucheada en el mismísimo Parque de los Príncipes de París. Y para qué más. Que si eso es diferente. Que si eso es porque están invadidos por hordas extranjeras de sarracenos y moros precursores del perroflautismo, y así. Pero que en España, es diferente y, por tanto, inconcebible.
A mí, que soy poco dado a levantarme por las mañanas y decirme a mí mismo “Buenos días, me llamo Paixer y soy español” (ojo o gallego o madrileño o…), ni suelo aferrarme a bandera alguna, de este momento me llamó la atención lo fácil que es hacer saltar a la gente con un tema de este tipo y, en comparación, lo poco indignado que está alguno ante la terrible situación en la que, en realidad nos encontramos.
Tenemos de facto el país intervenido, lo que supone que las decisiones económicas y, por tanto las políticas son tomadas allende nuestras fronteras. Para más señas entre Bonn y Berlín. Como escuché a alguien decir en la tele el otro día, si estuviéramos en la Edad Media estaríamos anexionados a otro país. O por decirlo de otra manera. Lo que no consiguió Alemania con dos Guerras Mundiales parece que lo va a lograr a través del hábil manejo de los mercados y las instituciones financieras internacionales: anexionarse el resto de Europa. ¿Que soy tremendista? Bueno, ustedes verán.
Así pues,  la España que conocíamos hasta ahora no ha sido vencida por los intereses de los nacionalistas peninsulares sino por el feroz liberal-capitalismo. No han sido los rojos republicanos sino aquellos que han estado escondidos tras las máscaras de leales monárquicos constitucionalistas.
Y de esto, ¿qué dirán los militares? Casi mejor, ni pensarlo.
Por tanto, entre el tema de los pitos y silbidos y la vuelta a los papeles del romántico asunto de Gibraltar con su épico tufillo a aquellos gloriosos días de la reconquista de Perejil, se ha conseguido desviar la atención de cosas superfluas como el asunto Bankia, las vacaciones de Carlos Dívar, las movilizaciones en pro de la educación pública, los líos de la Corona o el ruido de los perroflautas frente la sede de La Caixa. Ya no importa la prima de riesgo, ni los Eres, ni los suicidios, ni las políticas de los títeres del Gobierno español en favor de salvar el dinero de los acreedores alemanes aunque sea a costa de la piel de los ciudadanos españoles. Lo importante es que no se deshonre al Rey, al himno y a la bandera.
Recuerda en algo a cuando en Mayo de 1808 el pueblo de Madrid se levantó vara, piedra o navaja en mano para expulsar al invasor francés y restaurar a un rey, Fernando VII, monarca sanguinario, traidor y defensor del absolutismo pero….español. O todo lo español que puede ser un Borbón o en su momento un Austria.
España no es un ente en sí mismo. No tiene una soberanía intrínseca a su territorio. Durante mucho tiempo, residía en el  monarca de turno y su carácter divino. Después, pasó a las manos del pueblo. O eso dicen. Por lo menos así glosa en la Constitución del 78. Pero esto ya no es así. La soberanía partió más allá de nuestras fronteras y ahora reside en Bonn, en Manhattan o en el ciberespacio. Lo cierto es que los ciudadanos españoles ya no somos responsables de nuestros aciertos o nuestros errores.
Resumiendo que, en tiempos duros, cuando la crisis aprieta y ahoga, el agitar las banderas e invocar la patria siempre surte los efectos que los gobernantes, que tan hábilmente nos manipulan, precisan para continuar disponiendo a su antojo del poder económico y por tanto del político. Y es que, para que haya ricos siempre debe haber pobres. Y cuanto más pobres éstos, más ricos aquellos.