viernes, 30 de noviembre de 2012

En Este Lugar

Llevaba algún tiempo que no me acercaba a este blog para desahogarme de las frustraciones e inquietudes que, de vez en cuando, precisan de una válvula de escape para alivio de mi ánimo y bien de mi salud mental. Supongo que pocos seréis los que lo habrán echado de menos, ya que no muchos son los que tienen el tiempo que perder y la paciencia para sufrir los desvelos de una mente con tendencia a la ebullición constante, de una manera habitual. Falta de carisma para llegar a las masas, quizás. Carencia de la calidad narrativa precisa para hacer llegar mi mensaje, probablemente. De todas formas, tampoco fue nunca intención primigenia el liderar revolución alguna montado sobre imponente corcel. Más bien mi ilusión era formar parte, como grano de arena, de una inmensa duna capaz de, poco a poco, pero sin detención posible, remover los cimientos de una sociedad cuanto poco injusta.
El caso, es que a punto he estado de asesinar a mi alter ego. De hacerle desaparecer del mapa cibernético. A su perfil, a su blog. Por ser la inútil máscara tras la que esconder la cobardía de quien vive en un lugar donde un ciudadano no puede pronunciar sus opiniones políticas libremente, de materializar el desarrollo de una conciencia social por el temor a sufrir represalias en su entorno laboral, a que pueda influir en una carrera profesional, a que ningún empresario se atreva a mantener en plantilla o, mucho menos, contratar a un rojo que tenga la osadía de defender los derechos laborales reconocidos y consagrados por la bendita e inviolable Constitución del 78.
En este tiempo he comprobado, atónito, como el único arma verdaderamente efectivo que poseemos, con fuerza suficiente para tratar de cambiar de alguna manera las cosas, cual es el sufragio, es utilizado por mis conciudadanos para mantener en el Gobierno a aquellos que dictan las normas que anteponen los intereses de una minoría elitista de ricos poderosos por encima de las necesidades básicas de los seres humanos, es decir, sobre los derechos y necesidades de ellos mismos; las normas que facilitan que sean despedidos de sus empleos, o los mantengan en condiciones cada vez más precarias; que reprimen su más básico derecho al pataleo, equiparando hasta las acciones de resistencia pasiva a actos de cruel terrorismo o a los de golpistas cutres de infausto recuerdo; que delimitan gruesas líneas entre ricos y pobres de cara al acceso al sistema de justicia, la sanidad o la educación (cuando no, incluso entre sexos: los niños con los niños, las niñas con las niñas, ¿verdad locuaz contertulio convertido en ministro?); que promueven las bondades de mandar a nuestros hijos y nietos a la amargura de una emigración que nosotros mismos sufrimos, incapaces de cumplir con la obligación contraída con la sociedad de crear las condiciones óptimas para que uno pueda ganarse la vida en su propia tierra, arguyendo, con el cinismo y el sabor rancio del Nodo, un supuesto carácter aventurero de los jóvenes hispanos.
Y es que en este lugar o país, madre o madrastra, suegra o suegrastra, los presidentes, ex ministros y socialistas de carnet de primera, terminan asesorando a multinacionales energéticas, debidamente privatizadas previamente, en lugar de promover bancos de alimentos o fomentar la creación de industrias que generen empleo digno a aquellos ciudadanos que les convirtieron en privilegiados, lo mismito que sus supuestos antagonistas ideológicos. Así que vaya ejemplo.
En este lugar nos hacen poner 1.000 € por cabeza para sanear a los bancos. Sí a esos mismos, que nos han robado los ahorros de toda la vida depositados en preferentes, que nos han hipotecado nuestro piso por el 120% del valor de una tasación irreal realizada por cómplices a su servicio y que, ahora que nos hemos quedado sin empleo y no podemos pagar, nos quitan nuestros techo y el de nuestros hijos o abuelos y al que todavía seguimos debiendo el capital más intereses más penalizaciones. Cuando no han sido los causantes de la muerte de aquellos que no han aguantado más la vileza de una situación agónica e indigna por injusta. Así de irónico.
En este lugar, se está gestando una revolución. Pero no es la que nosotros creíamos. Los que algunos el 15 M soñaban. No. Es de signo absolutamente contrario. Es silenciosa. Sibilina. Es metódica y eficaz. Tan eficaz que, el único arma verdaderamente efectivo que poseemos, con fuerza suficiente para tratar de cambiar de alguna manera las cosas, cual es el sufragio, es utilizado por mis conciudadanos para mantener en el Gobierno a semejantes alimañas.

1 comentario:

  1. Cargado de razones estás, lo de silenciosa es una verdad que creo que tu das la voz de alerta y me parece que pocos "ciudadanos" entienden. Sobre este tema se debía desarrollar algunas opciones para que por estos medios se divulgase al PUEBLO. Salud y justicia, saludos

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